Empezó el festival de Sitges sin mi. Acabo de venir del Festival de San Sebastian y como quiero dejar días libres para el viaje que estoy preparando para finales de mes, que me llevará al otro lado del océano Atlántico, pues, he retomado los cines de los viernes.
Ha sido inevitable, lo que sigue está lleno de spoiler.
No sé que me pasó ayer, pero mira que había cosas interesantes en cartelera, pero me decidí por esta película, La isla mínima, que en el Festival de San Sebastián estuve muy ocupada y no la tuve en cuenta.
Me decanté por esta película por las buenas críticas que tiene y, sobre todo, porque un amigo me dijo que le recordaba a True Detective. Esto ya me lo había dicho en Donostia, así que, a ver cine español que recuerda una de las mejores series de televisión que yo haya visto.
Primero y para que no os emocionéis mucho, hay que decir que se le da un aire a la serie al principio, pero ni por el forro. El comienzo de la película engaña, con esos planos aéreos, realmente magníficos. Sin embargo, los personajes no atrapan, solo la historia, el saber qué ha pasado, quién es ese asesino tan inteligente y escurridizo. Después pasa lo de siempre, que se despachan las historias en diez minutos quedándonos con cara de tontos (de tonta, en mi caso), por darnos un asesino como ese, sin chicha, que lo elimina un tío que mide medio metro menos que él, dejándonos con muchos interrogantes.
La anterior (y única) película que vi de su director, Alberto Rodríguez, fue Grupo 7. En La isla mínima, repite Antonio de la Torre (Rodrígo) con una porquería de personaje. Los protagonistas son Raúl Arévalo (Pedro), al que no estoy acostumbrada a ver en papeles dramáticos, aún le tengo en la retina de azafato. Su personaje es más bien anodino y así no se puede uno lucir, y todo ello para hacer prevalecer al otro personaje en importancia, al interpretado por Javier Gutiérrez (Juan). Siento disentir del mundo, pero éste hace un papel normalito, tanta crítica favorable y tanto premio no lo entiendo. Al igual que el guión que hace aguas por todas partes. Y otra cosa, Jesús Castro (Quni), es patético, y por lo que respecta a su personaje no queda clara su implicación en la trama, qué pasaba entre él, el señorito andaluz y el asesino. Por otra parte, qué es eso de que el capo de la droga diga a unos policías que le quite la Guardia Civil de encima por una porquería de información que les da; lo de la adivina fue para llorar.
Ahora, una pregunta, cómo es posible que haya críticas excelentes de los gurús de la prensa en una película con una escena tan mala como la del coche, cuando Quini sorprende a los policías. Este fallo y muchos más, al igual que la tunda que le pega Juan a Rodrígo y no hay una mísera gota de sangre ni pequeño moratón. En fin, película que se deja ver pero no es la biblia en verso, y, desde luego, con True Detective tiene en común... nada. Pero, por lo visto, la película de Alberto Rodríguez ya estaba rodada cuando la serie se emitió.
Pero le vamos a dar un aprobado, que un suspenso quedaría feo con esa fotografía y la ambientación, la persecución del coche bajo la lluvia está bastante bien, pero qué chorra tuvo el poli al darse de bruces con el puto Dyane 6 blanco, que ya me quedó clara la diferencia con el Dos caballos. En fin, igual de insulsa que las miles de películas de policías americanas que inundan nuestras pantallas de cine.
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